martes, 29 de octubre de 2013

La nueva Ley de Educación: ¿para qué? (Parte I)

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Estatus irónico: NADA - UN POCO - BASTANTE - MOGOLLÓN





La nueva ley orgánica de educación, la LOMCE, la «ley Wert», para entendernos, no es nueva. Es más de lo mismo. Han rascado un poco la pintura para poner otra encima. Nada más.

Lo más triste de todo es que no podemos aspirar a más… ni a menos. Porque, dada la idiosincrasia política y social española, esto es un mero círculo vicioso puramente maniqueo. Vamos de un sitio al otro montados en el mismo viejo y macilento burro.

Me llena de impotencia y desesperanza ver que no habrá posibilidad en muchísimos años de cambiar, de verdad, para bien de las personas y de la sociedad entera, el sistema educativo. Primero, porque tengo enormes dudas de que alguien tenga la más mínima intención de meterse en semejante berenjenal. Segundo, porque la indecente intrusión de la política en la educación arrasa con cualquier intento positivo de cambio o, siquiera, de mejora. Tercero, porque el sistema educativo es mucho más que una mera ley, por muy orgánica que sea, y buena parte de los incrustados en el sistema no permitirán jamás que algo les haga quedarse fuera del mismo. Cuarto, porque una revolución educativa tan gigantesca como la que necesitamos en nuestro país, resulta imposible porque cada cuatro años hay que ir a votar. El juego democrático, así parido, y con las tres razones anteriores hacen que las elecciones sean, ni más ni menos, que un impedimento para el verdadero cambio, para la revolución del sistema educativo.

No comparto ni uno solo de los eslóganes, que no ideas, de los múltiples manifestantes contra la reforma de la ley de Wert. Pero ni uno solo. Son, una buena parte de ellos y todos sus eslóganes, interesados y rastreros, algo que un verdadero cambio del sistema debería desterrar para siempre. Son una pesa de miles de toneladas que tira para debajo de la educación, agarrados a ninguna idea y a un millón de intereses personales y políticos, anclados en el pasado más rancio… Un peso muerto que mata la educación.

Y no hay nada que hacer con las autoridades de turno. Aquí solo puede sacarse una nueva ley, que no es nada en realidad, si hay mayoría absoluta. Cuando se ponen a ello, como decía, no se debe esperar nada: todo ruido y ninguna nuez. No hay partido político en España capaz de liderar el cambio que la educación necesita: ni de izquierda ni de derecha. La ineficiencia, la maldita cotidianeidad política, el basta que uno diga “a” para que los demás digan “z”, el tener obligación de ganar las siguientes elecciones, el miedo de los políticos a perder su sillón, el miedo de los políticos a tener que defender con argumentos los cambios, antes que nada frente a los “suyos”; el miedo a “la calle”, usada y abusada sin descanso de manera obscena por todos, los sindicatos, las patronales, los padres metidos a políticos de tres al cuarto en las AMPAS y en los consejos escolares, los pésimos profesores, las pésimas condiciones de su trabajo, la exigencia a los padres de sus enormes responsabilidades, tantas veces considerables como negligencias… Nadie, ninguna autoridad será capaz de cambiar un sistema viejo, truculento, anquilosado, politizado, violado, abusado, inutilizado… ¿Quién se convertiría en mártir por esta causa? Y las revoluciones se cobran su precio de mártires.

Sin atreverme a decir que sea el primero, sí es uno de los principales: hay que tirar por los suelos el estatus del profesorado actual. Son, porque se ven directamente implicados por lo ya expuesto, y porque buscan más un sueldo que seguir una vocación, uno de los principales cánceres del sistema. Y los pésimos profesores abundan tanto en la “enseñanza” pública (mal llamada) como en la privada.

No es de recibo que haya profesores con puesto vitalicio, bien porque un día ganaron unas oposiciones o bien porque consiguieron aclimatarse a lo que desde la dirección privada quieren. En el fondo, hoy en día, no debería tener su puesto seguro ningún profesor. Y no me importa lo que se quiera entresacar de esta afirmación. Sea lo que sea, será falsamente escandaloso.

Muchas nuevas «pedagogías» dan distintos papeles, diferentes funciones, a los profesores. No he encontrado ninguna que tenga la más mínima sensatez. Sencillamente, el también mal llamado “fracaso escolar” se lo debemos, en buena medida, al mal hacer de muchos profesores, cuando no a la mera pereza o a una insoportable falta de vocación.

Sí creo que el estado debe intervenir en la educación; pero tiene muy poco que ver con lo que hace o con lo que muchos grupos de “profesionales de la enseñanza” exigen que haga. Su papel está en ayudar a la sociedad, y no debe pasar de ahí ni un milímetro. De sobra es conocido que no es a eso, precisamente, a lo que se dedica, con el incomprensible beneplácito de tantos y tantos “ciudadanos”. Si el papel del profesor es primordial, ¿cuándo se evalúa? ¿Cómo se evalúa? ¿Cuánto se le anima y se le facilitan medios de verdad, no chorradas? Sencillamente, nunca.

Si los resultados del sistema son pésimos (y no me importan mucho los «pisas» ni las «ocedeés»), ¿qué pasa con los profesores? ¿Qué se hace por ellos?

En un tema crucial para la vida de las personas como es la educación, no creo que esté de sobra, ni mucho menos, una licencia temporal para poder ser profesor: público o privado, que eso no debería ser una diferencia entre profesores.

Un profesor solo puede ejercer de tal si está en condiciones excelentes. Supone hacer muy bien su trabajo, hacerse responsable de los resultados, continuar con su formación profesional como cualquier otro profesional lo hace, investigar un poquito, aunque solo sea como autoevaluación, publicar alguna cosita, que siempre obliga a estar al día y a profundizar en la didáctica y en la pedagogía… Un país sensato o, mejor, decente, ¿puede confiar gran parte de su futuro y de la felicidad de las personas a la supuesta buena intención del profesorado, sin ejercer ningún control sobre ella? No, claro que no. ¿No es posible afrontar un cambio de raíz en este asunto? Sí, claro que sí, siempre y cuando algunos estén dispuestos a convertirse en mártires de la revolución, como dije antes.

La cosa no es muy compleja. El estado tiene que garantizar la excelencia de la educación que reciben sus ciudadanos. El primer paso es acabar con el apoltronamiento de los profesores. Se acabaron las oposiciones con garantía vitalicia. Quien quiera ejercer de profesor, debe estar dispuesto a demostrar constantemente que puede hacerlo. Un sistema de licencias, por un número determinado de años, que permita ejercer de profesor, no es difícil. Ya existen en otras profesiones. Cada cinco, cada diez, cada siete años… cualquiera que pretenda mantener su licencia en vigor debería probar su capacitación, sus méritos: resultados, conocimientos adquiridos, formación profesional a la que se ha sometido durante ese tiempo, publicaciones, investigaciones, evaluaciones de rendimiento profesional por parte de los directores… Hay mil fórmulas para ello. Pero, de una u otra manera, hay que acabar con el pesebrismo y remover la vocación y la entrega profesional del profesor.

Esa licencia no debe distinguir entre “tipos” de profesores. No creo que el estado deba tener una plantilla de profesores. Esa licencia debería acreditar a cualquier profesor para trabajar en cualquier escuela… que le contrate, sea sostenida con dinero de todos o bien, con dinero de unos pocos (“pública” y “privada”, son diferencias artificiosas y lamentablemente políticas).

Ya seguiremos con tantas otras cosas que deberíamos cambiar de raíz en nuestro sistema educativo. Por ejemplo, los directivos; por ejemplo, las AMPAS; o los consejos escolares; o los sindicatos.

Desgraciadamente, hay tanto que destruir para poder recomenzar…

Argako urretxindorra

Mr Obama vs Frau Merkel: la hipocresía europea vs los espías

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Es parte del juego. Ahora, en Europa –y en España- seremos públicamente asistentes al teatro de la hipocresía. Con sus detalles interesantes, por cierto.

Todo el mundo se lleva las manos a la cabeza, como si nadie hubiese sido consciente hasta ahora de que hay espías. Y de que cobran por hacer su trabajo: espiar. El juego hipócrita que, en este clásico del teatro, toca representar, es el de la reacción de los espiados. ¡Qué vergüenza! ¡Qué horror! El teléfono de la Merkel estaba siendo espiado. Por supuesto que estaba siendo controlado. Si no, vaya porquería de servicios secretos que estarían pagando los americanos. Es que, otra vez insisto, los espías están para espiar.

La señora Merkel también tiene espías. Por ejemplo, el BND, que en español es fácil de decir: Servicio Federal de Inteligencia (o de Información); pero es que en alemán, con esa costumbre de juntar palabras… no sé si sabré escribirlo: el Bundesnachrichtendienst, creo. A estos muchachos espías, la señora Merkel ya les tiene dicho que no entren en los teléfonos particulares de las personas, porque es de mala educación… y un delito. Esta “oficina” del gobierno alemán depende, directamente, de la oficina de la Canciller. Seguro que doña Merkel les ha puesto a espiar a las vacas holandesas, que producen más leche per cápita que las alemanas. ¿Se lo cree alguien? Además, Frau Präsidentin tiene a su disposición alguna cosilla más: el Amt für Militärkunde, la Oficina de Ciencias Militares que, en realidad, no es más que la tapadera de los militares que forman parte del BND (una plantilla de 605 militares trabajando para el servicio secreto civil alemán).

También tiene a la Bundesamt für Verfassungsschutz, en cortito la BfV, que bajo el nombre de la Oficina Federal de Protección de la Constitución,  se dedica a lo mismo, a espiar a todo bicho viviente... de interés, calro. Y 16 “sucursales” más: las Landesämter für Verfassungsschutz, en cada uno de los «länder». 

Y aún tiene más en esto del espionaje: la Militärischer Abschirmdienst, MAD, la Oficina de Contrainteligencia Militar. No tengo ni la menor duda de que la enorme cantidad de espías alemanes, más de 10.000 hombres y mujeres, se dedican a hacer calceta y les pagan por ello. Seguro.

Podemos continuar con otros espiados europeos, que si no han salido aún, no importa porque los tienen bien pinchados, como Monsieur Hollande, le socialiste Première Ministre de la France, y su Direction générale de la sécurité extérieure. Que tienen un lema gracioso: “Partout où nécessité fait loi”, algo así como “En todo lugar donde la necesidad hace ley”. También se dedican a tejer bufandas, obviamente.

O a Mister Cameron, con su Secret Intelligence Service (MI6) y su Security Service (MI5), que no son tan sofisticados y simpáticos como James Bond, precisamente.

O al señor Berlusconi, que aunque está con un pie en prisión (nunca se sabe con este tipo), el móvil lo tenía más pinchado que un globo de tres pesetas. Estos italianos también tienen sus cosillas: el Comitato esecutivo per I servizi di informazione e di sicurezza, CESIS; o el Servizio per le Informazioni e la Sicurezza Democratica, SISDE; o el Servizio per le Informazioni e la Sicurezza Militare, SISMI. Al nuevo Primer Ministro italiano, Enrico Letta, le espían los americanos, los alemanes, los franceses, los ingleses y los propios italianos. Puede que hasta los españoles.

Esta opereta bufa, a la que tenemos ocasión de asistir, es eso: una bufonada. Está bien que los gobiernos hagan el paripé, se pongan muy serios y dignos, llamen a los embajadores y todo eso. Todos espían, y desde la época de las cavernas. A ver, si no.

Lo interesante de todo esto son las excusas del gobierno Obama, (vaya papelón que le ha tocado jugar al redentor del mundo para la izquierda europea) y, sobre todo, el cuidado sudoroso de los progresistas españoles a la hora de hacer declaraciones a este respecto. Me encanta leer sus muy seleccionadas palabras para proteger a Obama o, más bien, para protegerse ellos mismos de sus excesos verbales y festeros cuando este salió elegido presidente de los Estados Unidos: hipocresía y sudores a raudales.

Argako urretxindorra

martes, 22 de octubre de 2013

¿Funciona la estrategia de García Margallo con Gibraltar?

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Pues vaya usted a saber. En una entrada anterior sobre el asunto, decía que
El Ministerio de Exteriores, dirigido por García Margallo, tiene como colaboradores necesarios y conscpicuos al Ministerio del Interior y, especialmente, a los Ministerios de Hacienda y Administraciones Públicas y al Ministerio de Economía y Competitividad. Y actuando sotto voce, a unos cuantos departamentos especiales y agencias del estado, como se les ha dado por llamar ahora americanizadamente.

Este actual Gobierno español tiene dos modos de actuar conjuntos: el que enseña y el que no enseña. No sé cuál de ellos. Y le da buenos resultados. Por llamarlo de otro modo, tiene movimientos abiertos y públicos y otros, probablemente más, secretos y, de momento, sin "leaks", sin que se note, secretos bien guardados. Lo que se dio en llamar en los 80, las alcantarillas del estado.

Por ejemplo, se ve claramente en el asunto del catalanismo independentista. A algunos de sus prebostes se les están complicando las cosas en los personal, y eso estresa mucho y desgasta para otras cuestiones. Saber que Damocles te ha colocado su espada desasosiega mucho. ¿Es eso moral? Pues depende de los medios y fines de que se trate. En todo caso, como están bien custodiados de momento, ¿para qué dudar?

En aquella entrada del 14 de septiembre apuntaba en esta dirección cuando hablaba de la estrategia diseñada por García Margallo, siempre con ayuda de otros y aprobada por Rajoy. Los efectos más claros, de momento, es que el señor Picardo se puso nervioso y volvió a sus tonterías surrealistas y cómicas que, de todos modos, permiten ver la calaña del personaje.

Gibraltar tiene la importancia que tiene; ni más ni menos. Geo-estratégicamente, es un enclave british en la puntita del Mediterráneo, que supone una magnifíca sala de operaciones y de control del Estrecho, mayor desde que en 1869 en se abrió a la navegación el controvertido, entonces y durante 100 años más, Canal de Suez. De hecho, durante la Guerra de Sucesión española, e inmediatamente después de que la flota Anglo-Holandesa asaltara y tomara Gibraltar, una parte de la misma se dirigió contra Ceuta, a fin de conquistarla. Tuvieron conversaciones con las tribus bereberes de la zona y realizaron un ataque y asedio conjunto, por mar y por tierra que, a la postre, resultó un fracaso por valentía y la brutal defensa de los ciudadanos y tropas españolas acantonadas en Ceuta. La misión era poder controlar los dos lados del paso del Estrecho. Aunque las cosas han cambiado desde entonces, indudablemente, la posición sigue siendo importante para los british.

Pero, por lo demás, Gibraltar es eso: un peñasco. A la altura de 2001, España y Gran Bretaña estuvieron a punto de firmar un acuerdo preliminar que incluía la co-soberanía de ambos países en el peñón. La cosa se fue al traste por la indignación del gobierno llanito de Peter Caruana y de sus habitantes. De esta situación pasamos, ya con el Gobierno socialista de Zapatero, al triste Foro Tripartito de Diálogo sobre Gibraltar, en la que los dos países se sentaron con Gibraltar como si de un tercero en igualdad de condiciones se tratara. Las consecuencias de este Foro fueron cero zapatero, en términos de a cuerdo, y una mayor agresividad por parte del gobierno gibraltareño en sus inconfesables fechorías. Demos gracias a Dios por enviarnos al señor Moratinos. Y démosle más gracias por habérselo llevado, al menos por un tiempo.

Ante esta situación, el objetivo del actual Gobierno, a corto y medio plazo, es que Gibraltar resulte un grano en el culo para Gran Bretaña. Lo cierto es que Gibraltar no produce nada, salvo dinero. No tiene, no le caben literalmente, medios de producción. ¿Y de qué viven, pues, los 30.000 gibraltareños? Pues de su dinero, que lo ganan ,¿eh?, y algunos a espuertas. Que hay gato encerrado, eso se sabe desde el siglo XVIII. Que ahora mismo, después de la chapuza de Moratinos, la vía de reclamación territorial no tiene sentido, es obvio y sería estúpido. Es cuestión de cambiar la estrategia y tener paciencia, mucha paciencia, y no dejarse llevar de arrebatos, ni siquiera de los "buenistas".

El camino va, según parece, por adentrarse, con algunas luces y unos pocos taquígrafos -no muchos-, en el proceloso mundo del dinero gibraltareño. Que no es solo gibraltarreño; tamibén hay mucho inglés y mucho español, de ahí la poca luz y los pocos taquígrafos. Los necesarios, nada más.

El celo con que el Ministerio del Interior español decidió ponerse manos a la obra en el paso de la verja, levantó polvaredas de protesta, localmente e internacionalmente, con Picardo corriendo rabiosamente lloroso a su madrastra, Gran Bretaña, a quejarse y a que diese una zurra a los españoles que le estaban haciendo "bullying". Y Mister Hague y el propio Cameron, no tuvieron más remedio que ponerse a ello con el ministro Moratinos y el mismísimo Rajoy. Lo que consiguieron fue... nada. Y mientras, las colas al amparo Schengen y al desamparo del impenitente sol gaditano, continuaron. Así que España se vio en magníficas condiciones para solicitar que una comisión de la Unión Europea se acercara al punto en conflicto, sin que ni Gran Bretaña ni los llanitos pudieran hacer nada por evitarlo.

Los enviados comisionistas estuvieron allá, tomaron notas y fotos, se entrevistaron con unos cuantos y se volvieron para Bruselas. Mientras, la parte no visible de las acciones del Gobierno español, seguían trabajando en varios frentes. Uno de ellos, la propia comisión. Y es que la CE, la Comisión Europea, ahora con mayúsculas, va a abrir una investigación en profundidad, que ya se ha comunicado oficialmente a las partes, sobre la posible ilegalidad del nuevo impuesto de sociedades gibraltareño (el rabo del gato encerrado del que hablaba antes). Y es que llueve sobre mojado, porque en 2004 ya tumbó el anterior régimen tributario de sociedades.

Pero es que la noticia ahora mismo es que se acaban de declarar dos investigaciones más por parte del Departamento de la Competencia, de la Comisión Europea, que tienen, a mi modo de ver, más importancia: se refieren al principio de territorialidad en relación con los impuestos que pagan las empresas gibraltareñas. Y aquí ya están tocando uno de los principios vitales para las autoridades del Pedrusco, la territorialidad, que cuidan como la niña de sus ojos.

Por cierto, que la comisión desplazada a la verja para estudiar si la policía española se ajustaba en sus registros a la normativa Schengen aun no ha dado fecha para publicar sus conclusiones. En todo caso, la información y la comprobación in situ de la montaña que supoonen más de 700.000 cajetillas de tabaco confiscadas durante los controles veraniegos, no juegan mucho a favor del señor Picardo.

Es interesante ver cómo las cosas funcionan y saber que no te enteras de casi nada porque, a pesar de todo, el juego bajo tapete es mucho más voluminoso y agresivo. La Hacienda española, por su parte ha abierto investigaciones sobre las posesiones de habitantes de Gibraltar en España, incluidas algunas del  Ministro Principal de la colonia, Mister Fabian Picardo.

La paciencia y un trabajo bien coordinado, por todos los lados que se consideren, suelen dar resultados a la larga. Y dije en la anterior entrada que ni García Margallo ni sus colaboradores más cercanos son huesos fáciles de roer.

Argako urretxindorra

lunes, 7 de octubre de 2013

Contra la imposición de la mentira en Cataluña

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Aquella noche iba escuchando la radio mientras conducía hacia Cantabria. En un momento dado salió a colación la famosa frase del ministro Wert, algo así como que había que españolizar a los niños catalanes. Entre las chanzas, las burlas y las críticas aceradas de los contertulios, me dije que, otra vez, el señor Wert había metido la pata. No me refería, al contrario que los comentaristas, a que no hubiese razón en el comentario del ministro, sino a su falta de cautela.

Lo cierto es que me precipité porque ni siquiera había oído las declaraciones completas. En todo caso, reconozco que me equivoqué de cabo a rabo, al igual que lo hicieron los  periodistas a los que escuchaba. Porque el señor Wert tiene –tuvo- toda la razón, cautelas a un lado. El proceso de catalanización de los niños ha sido sistemático, exclusivo, impuesto y, sobre todo, falso y manipulado. Es comprensible, como yo mismo decía en una entradilla anterior, que el fanatismo catalano-independentista sea, tras tantos años, un hecho.

El recurso al bombardeo ideológico constante, desde el propio nacimiento, de varias generaciones en Cataluña no podía llevar a ningún otro sitio. Los políticos, los historiadores, los sociólogos y los maestros en Cataluña han construido una realidad, pasada y presente, completamente falsa que se ha convertido en “su” verdad. Y hay, me temo, millones de personas que creen firmemente en ella. Como contraposición, desde el resto de España no se ha hecho gran cosa, más bien, casi nada. Salvo alguna honradísima excepción, y a título personal, la gran falacia se ha ido construyendo y distribuyendo entre niños y jóvenes de manera insistente hasta crear una suerte de “verdad” histórica que sirva de fuente de la que hacer manar el derecho a la independencia, como un chorro de agua fresca y natural.

Es una verdadera estupidez lo del “derecho a decidir”, puesto que no hay país en el mundo, por muy insensato que sea, que reconozca el derecho a la independencia. Así que no tendría más recorrido semejante imbecilidad de no ser por dos razones:

a) La paranoia fanática que se ha inducido en miles y miles de personas en Cataluña.

b) La estulticia, en el mejor de los casos, o la clara deslealtad, cuando no traición, hacia un país entero, hacia millones y millones de personas –presentes y ya fallecidas- de algunos sectores políticos, sindicalistas, periodísticos e intelectualoides del resto de España. No tengo la más mínima duda cuando afirmo que el independentismo es posible no gracias a los independentistas sino al resto de los españoles, especialmente de sus representantes “democráticamente” elegidos.

Es una desgracia de incalculables consecuencias un país en el que la mera posibilidad de poder hacer algo se convierte directamente en “un derecho”. Que alguien, como la Generalidad de Cataluña, pueda colgar en su web oficial varios vídeos llenos de falsedades y manipulaciones históricas no es un derecho. No es ningún derecho mentir, lo mismo que no es ningún derecho independizarse. Y mucho menos, aunque se pueda hacer, manipular las mentes de varias generaciones. Por no sé qué inconfesables intereses particulares se ha permitido, durante demasiados años, la mentira, la manipulación y la imposición del fanatismo independentista –y no solo en Cataluña y el País Vasco-. Todo ello es lo que nos ha llevado a una situación de auténtica esquizofrenia.

Siento mucho si alguno pudiera escandalizarse por mi talante poco democrático. Que la web oficial de la Generalidad de Cataluña afirme que Cataluña fue un reino, que la “Casa de Barcelona” se anexionó Aragón en 1137, o que el “rey de Cataluña” Jaime I el Conquistador creó los “Países Catalanes” es tan grave, por falso e intencionadamente manipulador, que cualquier fiscal con competencia debería presentar una querella  y un juez competente debería ordenar quitar semejantes barbaridades de la web de manera inmediata. 

Porque ya está bien de permisividades, de derechos inexistentes, de falacias brutalmente eficaces, de libertades inventadas y demás demagogia con la que los sinvergüenzas llevan años haciendo proselitismo independentista.

No voy a dedicar ni una sola letra a contar la historia de España una vez más. Solo quiero manifestar públicamente mi hartazgo por unos y por otros, especialmente por estos últimos, los que dejan hacer por no sé qué repugnantes razones –algunas sí las sé-.
 
Arga-ko urretxindorra