domingo, 30 de noviembre de 2014

Pablo Iglesias y su enemigo: Podemos.

Estimado Pablo Iglesias: bienvenido a la casta. En realidad, no tan bienvenido; ya ves, no es fácil el ingreso y te van a escrutar hasta en lo más recóndito de tu historia, en tu presente y en tu futuro. Te van a sacudir el trasero y, cuando no sea el tuyo, será en el de los tuyos. No tardará mucho el momento en el que veamos la otra cara de Podemos y la tuya, la cara oculta de la luna, la oscura. Y te veremos perder los papeles porque todo tiene un límite. Sobre todo, cuídate de los tuyos, que por ahí te llegarán los problemas serios que no vas a poder gestionar. Porque, Pablito, ya has dejado cadáveres en la cuneta y tu pequeña memoria histórica te va a pasar factura.

El buen coletudo va dando pasos, rápidos y seguros, hacia ese sueño que todo visionario que se precie tiene en la vida. El del profesor no es el de llegar a Presidente del Gobierno de España, no; eso solo es un paso más. Su verdadero sueño consiste en convertirse en una nueva y rojísima trinidad. Busca con denuedo ser tres personas distintas: Lenin, Fidel y Chávez, y un solo dios verdadero: Pablo.

Lo lleva en los genes. A ritmo de desfile legionario, va recorriendo las etapas de su personal camino de santiago que ha diseñado con sus camaradas de confianza hasta llegar a su particular Monte del Gozo. Pablo Iglesias viene para salvarnos. Su misión no es cualquier cosa con la que la mediocre casta se conformaría. No. De hecho, él los desprecia. La suya es una misión muy superior. Y él es el elegido. En la historia de la humanidad, según entiende él, hubo personajes, pocos, llamados a esa hercúlea tarea y a los que la naturaleza les dotó de capacidades sobrehumanas. Y ahora es su tiempo, porque nunca coinciden dos de estos superhombres en la faz de la tierra.

Con Vladimir y Hugo criando malvas, solo queda, momificado, el gran Fidel. Y el buen pastor que es Pablo, joven, fuerte, seguro de sí mismo y conocedor de los arcanos más ocultos, reconoce cuándo debe tomar el cayado de la mano, huesuda y sin fuerzas, de su admirado antecesor. Este es el momento, cuando el decrépito zar de todas las cubas aún vive.

Estoy convencido de que Pablo Iglesias se ve a sí mismo de esta manera. Su pensamiento estratégico es comparable al de Maquiavelo y no da un paso si no está completamente convencido. Pero la vida no tiene magias. Hasta los superhombres necesitan de otros hombres para lograr sus triunfos. Esta debilidad es un peligro potencial. El colaborador se puede convertir en el traidor de mañana o, habitualmente, en el que ya no sirve. La historia está llena de superhombres que han tenido que hacer limpieza entre los suyos, especialmente los superhombres comunistas. Las purgas se han llevado por delante la vida de miles de los otrora colaboradores.

No es fácil, no obstante, que Pablo Iglesias llegue a estos extremos. Pero no debe caber duda a nadie de que purgas y limpiezas políticas las habrá; de hecho ya han empezado con los que no estaban en su círculo de confianza. El mayor problema de Pablo Iglesias está dentro de Podemos, como lo estaba entre los camaradas del Politburó de Stalin o entre los más cercanos de Mao Tse Tung o de Fidel Castro. Él lo sabe perfectamente y pone cuidado extremo en elegir a los suyos y, en general, a cualquiera que pudiera tener cargo de responsabilidad en el partido. Incluso lo ha dicho así. Esta es, fundamentalmente, la razón que le lleva a Podemos a no presentarse a las elecciones municipales. No se atreven a concurrir porque tendrían que abrir la espita de los candidatos dada la cercanía de los comicios, sin tener tiempo de escudriñar a fondo a cada uno de ellos. Esta prevención les honra como estrategas: van muy en serio.

La organización de Podemos no es compleja. Ya ha existido antes. La fórmula de los círculos es la forma de las asambleas paralelas, especie de células autónomas y, aparentemente, sin relación vinculante entre sí. En realidad, la vinculación es vertical. Siempre hay un responsable oficioso que rinde cuentas hacia arriba, en este caso, a los dos órganos de gobierno que se han dado a sí mismos: el Consejo Ciudadano y la Comisión de Garantías. Como es de suponer, en este caso vía elección directa, ambos están ya bajo el poder de Pablo Iglesias y su círculo de colaboradores. Como se puede ver, la casta hace desaparecer a la casta para convertirse ellos en la casta. Nada diferente de lo que ha sucedido siempre en las organizaciones comunistas más conspicuas.

Sé que a veces no es sencillo llegar a un razonamiento que, por otra parte, es bastante simple. El discurso antisistema de Pablo Iglesias y, en general, de Podemos, no supone, en absoluto, que sus acciones y sus políticas sean antisistema. Todo lo contrario. Internamente, ha triunfado el sistema, hasta en las denominaciones de los cargos (Secretario General, por ejemplo). Cabe suponer con bastante fundamento que, externamente, sucederá lo mismo. Atacar al sistema para hacerse con él es algo tan viejo como la propia humanidad.

Si a día de hoy no hubiésemos asistido al nacimiento y desarrollo de Podemos, y nos lo presentasen todo en un documento para su lectura, seríamos conscientes de que todo ello no es más que otra repetición de lo sucedido en el siglo XX con tantos partidos comunistas en Europa, Asia, África y Sudamérica. Pero, insisto, el mayor peligro para Pablo Iglesias y, por ende, para el partido está dentro de ellos mismos. Y no tanto por los probables casos de pequeñas corrupciones de algunos de sus miembros, que las habrá, sino por la feroz lucha que con el tiempo se irá agrandando. Históricamente ha sido siempre así y, particularmente en España, un país de izquierdas, se hace más evidente: solo hay que contar por encima el número de partidos de todo pelo que hay en el ámbito de la izquierda, incluído UPyD y Ciudadanos, y los que hay en la derecha. Esa especie de maldición bíblica que impide la unidad de la izquierda porque la unidad es fruto de algo en lo que no creen: la libertad personal y la humildad. Al tiempo.

Argako urretxindorra.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Podemos / Pablo Iglesias: un par de estrategias bien conseguidas

¡Qué jodío, el tío! ¡Anda que no es zorro!

Hablo de Pablo Iglesias, el profesor Coleta. En este país viejo nuestro, a veces nos fallan las articulaciones por la artrosis y "la reuma", y hay cosas que nos pillan con el pie cambiado. Eso lo sabe bien el simpático profesor y es un lince para eso de aprovechar las ocasiones que se le presentan.

Una de sus características es habitual entre nosotros, la usamos mucho, especialmente los políticos. En síntesis, consiste en decir los qués y callarse los cómos. Por ejemplo: todos los españoles tendrán, al menos, un ingreso mínimo siempre.

Pongamos el caso de que un político -porque Pablo Iglesias ya es un político- estructura un discurso con cincuenta o sesenta frases como la anterior. Y que nos hisopea con ellas abundantemente, como hace. Pues sucede lo que la máxima comunicativa nos dice: da igual lo que digas con tal de que lo repitas una y otra vez, porque acabará tomando visos de verdad y calará en muchos. Si, además, lo dices con palabras que se entiendan pero sin dejar de lado los matices cultistas, con una voz agradable y sin chillar, éxito seguro.

Pablo es un tipo eficaz, sin duda. Es capaz de sonar natural siempre, a pesar de que todo en él es marketing profundamente estudiado y preparado. Lo digo como alabanza, no como crítica. Sus deslices en este terreno son mínimos; puede estar hablando mucho tiempo de los objetivos, de los qués sin que entre o deje entrar a los demás en el peligroso terreno de los cómos. Y nadie debiera ser tan ingenuo como para pensar que los esconde porque no los conoce. No. Sí sabe cómo hacer las cosas, al menos, muchas de las que habla; pero sería profundamente inconveniente airearlos para él y su formación. Algunos se asustarían probablemente.

Otra de sus características es brillantemente novedosa, inusual. También en síntesis, consiste en diferenciar al político de su formación. Por ejemplo: imagínense un político comunista convencido, que no esconde su pensamiento y que se encuadra en una formación política indefinida. Hagan el esfuerzo por imaginarlo porque no estamos acostumbrados (las inercias). Todos tenemos un esquema mental muy arraigado: político conservador / partido conservador; político socialista / partido socialista; sindicalista comunista / sindicato comunista; político nacionalista / partido nacionalista.

A estas alturas, quien esté leyendo esto tendrá la convicción de que estoy desbarrando. Obviamente, dirá, Podemos es comunista. ¿Seguro? ¿O eso es solo producto del esquema arraigado en nuestro pensamiento? ¿Alguien sabe cuándo se ha definido Podemos como comunista? Es más, ¿alguien sabe cuándo Podemos se ha puesto alguna etiqueta política al uso? Ni siquiera la marca Podemos sirve para identificarla en este sentido. Al contrario, es una marca que se va cargando de contenido sobre la marcha absorbiendo, como una especie de agujero negro, todo aquello poco definido o todo aquel defraudado.

Verán: Pablo Iglesias se ha definido como favorable a la consulta del 9N. ¿Y Podemos? No, Podemos no. Pablo Iglesias se ha manifestado claramente en lo referente al terrorismo de ETA. ¿Y Podemos? No, Podemos no. Pablo Iglesias es un defensor a ultranza del chavismo. ¿Y Podemos?

Las inercias del pensamiento son muy aprovechables. Y esto lo saben en Podemos muy bien y lo usan estratégicamente con maestría. Las ventajas en la situación actual del país y en la específica de esta formación política son importantes. De una parte, esa indefinición amplía la base social de Podemos enormemente, es lo que la capacita para llevarse a su feudo grandes pedazos de partidos de izquierda, tanto extrema como moderada. Asimismo, abre sus acogedoras puertas a los desencantados, a los que están de vuelta, a los cabreados, sin que estos, necesariamente, tengan que violentarse en exceso por unas siglas demasiado obvias o por una definición política excesivamente marcada. Por otra parte, y después del golpe de mano de las elecciones europeas, y del mazazo de la encuesta del CIS, Podemos, que se está construyendo por dentro, goza de una libertad de acción que no tiene hoy ningún otro partido político.

Por último, es evidente la beneficiosa situación que supone, en esto momentos, la diferenciación entre personas y formación para la estructuración de Podemos: la estrategia inicial de los círculos, sistema asambleario imposible a medio plazo, se ha cambiado con rapidez y sin grandes traumas hacia una estructura más tradicional, pero mucho más eficiente, sin que por ello haya habido peligrosas acusaciones de incongruencia. Tanto las personas como la formación gozan de enorme libertad de acción sin que, desde fuera, resulte extraño.

Para escépticos como yo, me atrevo a recomendar el seguimiento de este par de cosillas; más de uno puede que encuentre en ellas razones para la diversión.

Argako urrtxindorra

Patxi, el de los cohetes

Como buen tontico, heme aquí otra vez. Porque ya sabéis, mal de muchos consuelo de tontos. Me refiero a los que escribimos alguna vez sobre la res política; un buen tontico no suele cambiar, por muchas razones que le den para ello. Y las dan, las dan.

Ayer, por un momento me puse un poco serio al hablar de Arturo Mas, otra evidencia de mi pardillismo.  Porque, a pesar de mi torpeza, o quizá por ella, no me cambiaba por él ni aun por una de las cuentas paradisíacas de su mentor, don Jorge.

Siempre me han gustado los fuegos artificiales, desde pequeño. Ahora, con la informática aplicada a la pirotecnia, hacen espectáculos todavía más increíbles. Suaves unos, poderosos otros, consiguen efectos de ritmo imposibles, crescendos apasionados, menudeos amables, estruendos apocalípticos... te mantienen en gozosa tensión esperando una sorpresa más. Hoy, el día después, los partidos y los periodistas se dedican a analizar los resultados -¿qué resultados?- de la mítica jornada del 9N en Cataluña. ¿Espectáculo de fuegos artificiales? ¡Qué va, hombre, qué va! Se parece todo esto a los cohetes que tiraba - en sentido amplio- Patxi en mi pueblo durante la procesión del Corpus. Llevaba un par de docenas de cañas cabezonas en una mano cuyo único efecto era que silbaban al salir y, a poca altura, explotaban con un ruido bastante desagradable. No sé por qué, Patxi siempre se empeñaba en varias cosas que, para mí, pequeño aún, no tenían mucho sentido. Encendía las mechas con un cigarro al que, de vez en cuando, le daba una calada. Sujetaba los cohetes con la mano izquierda, la misma en la que sostenía el cigarro encendido, porque la derecha la utilizaba para coger el que iba a tirar a continuación. Suavemente agarrado -en el caso de Patxi es solo una forma de hablar-, acercaba el cigarro a la mecha y, con él, todos los cohetes restantes; y al cielo que iba el chisme. Imagínense el peligro constante. Hay quien dice que no se puede bandear y estar en la procesión al mismo tiempo; pero Patxi tiraba los cohetes desde la misma cabecera, al lado del palio. No lo hacía verticalmente, en eso era cuidadoso, porque al explotar el artilugio, la caña se desprendía y no quería que cayese sobre la gente asistente. Pero eso tenía otro peligro; y es que con el lío de cohetes y cigarros en la mano, y que la trayectoria nunca era recta, a veces salía excesivamente inclinado para ir a explotar contra algún balcón de las casas de arriba -mi pueblo es una pendiente infinita, como todo buen pueblo-. A Patxi no le pidas chorradas, que si ritmo o cadencia o crescendos... Él lanzaba los cohetes cuando le parecía, hacían mucho ruido desaforado y se acabó.

Me he alejado del tema, al parecer. Bueno, no. La cosa es que hoy se analiza, por parte de las mentes sesudas y privilegiadas, el espectáculo pirotécnico de ayer en Cataluña, mi Cataluña. Y se empeñan en hacerlo como si hubiese sido la obra maestra de los hermanos Caballer cuando, en realidad, ni se acerca a una de mi buen Patxi. Lo admito, siento vergüenza ajena y propia, de las dos. Porque si lo de ayer fue ridículo, lo de hoy y mañana y los próximos días es incalificable para mí. No es que tenga dotes de adivino sino que es tan aburridamente predecible, tan decepcionantemente tópico, tan cansinamente repetido que no hay nada que esperar: "Los catalanes votan masivamente por la independencia"; "Una jornada de libertad y de civismo"; "El pueblo catalán apoya masivamente el ejercicio ciudadano de la libertad de expresión" y cienes y cienes de sandeces como estas. Tendremos a los políticos torpes diciendo que Rajoy y Mas tienen que sentarse a dialogar o que, tras el 9N, el gobierno español ya no puede obviar la voz del pueblo catalán, o... ¡Oh, cuánta tontería, incluida las mía!

Como en este absurdo todos los números son supuestos hay poco que decir. Quizá solo que la inmensa mayoría de los que eran "llamados a la consulta" se ha vuelto a quedar en casa. Los que no se queden en afirmar esto y vayan más allá, o son torticeros, o tienen que comer también hoy o son tan tonticos como yo: porque no hay más (con tilde). A sus supuestos números me remito.

En este punto, por honradez innecesaria, debo admitir que me sigue sin parecer mal la política de Rajoy. Dicen que es la política del avestruz, que no dice ni hace nada. No estoy de acuerdo. Es que no hay apenas nada que decir y poco que hacer. Y esto último, lo poco que hay que hacer, con cuentagotas y con precisión suiza (uy, me ha traicionado el subconsciente). El 10% ha de hacerse con luces y taquígrafos: tribunales constitucionales, fiscalías, jueces, periodistas y todo eso. Y, los demás, hagamos también algo que el español medio suele ser bastante indolente y siempre espera que otro -el gobierno, normalmente- saque las castañas del fuego.

¡Ah! ¿Qué me he dejado por aclarar qué hay que hacer con el 90% restante? Eso lo saben Mariano y Sorayita.


Argako urretxindorra

domingo, 9 de noviembre de 2014

9N: el circo más triste del mundo.

"Había una vez un circo que alegraba siempre el corazóoooon"

Qué grande, Fofó. Después de tantos años, cuando estoy contento me suele venir su canción a la mente. Precisamente, estoy tarareándola ahora mismo mientras leo las noticias sobre Cataluña. Esto sí que es un circo, pero no como el de Fofó, alegre y divertido, sino como esos de carpa caída, sucios y terminales, donde lo más chispeante son las pocas lentejuelas que quedan, mal prendidas, del traje roído del jefe de pista.

Y es que Arturo, en medio de la pista, con el micro que se acopla insoportablemente, no ha visto su sueño cumplido. ¡Ay, Arturito, quién te ha visto y quién te ve! ¡Vaya ruina! Un hombre que hace tiempo dejó todo por llevar a cabo su objetivo, que dejó hasta de gobernar. Un hombre que fue cambiando su objetivo conforme se enfrentaba a la realidad, como Groucho Marx con sus principios. Un hombre señalado con el dedo todo poderoso de su padre putativo, don Jorge Pujol, para llevar a la meta no se sabe bien qué. Y aquí estamos, yo con la cancioncilla de Fofó y él, con la sonrisa de plástico, saboreando la amargura del desastre.

Aquel día radiante en el que don Jorge le dijo solemnemente: Tú eres mi delfín y sobre ti edificaré mi cortijo catalán, dio pie a días duros, pérfidos sin cuento. Porque desde aquel día festivo, todos han sido aciagos, nefastos, para él, para su familia y, aun más triste, para Cataluña.

El pobre Arturo perdió, en primer lugar, su propia libertad, la personal. No se la quitaron, la perdió él.  Y lo hizo por soberbia infinita, que es la madre de toda estupidez. Y siguió perdiéndola, una y otra vez, con cada decisión que tomó. Él decidió adelantar las elecciones y ofrecer en bandeja de plata la cabeza de su propio partido a Oriol Junqueras. Él decidió seguir adelante con un proyecto que no era tal, por imposible. Él fue quien tomó la decisión de no gobernar y no dejar gobernar, convirtiendo su región en el esqueleto de lo que había sido. Él y solo él hizo posible la ruptura de una coalición que había estado en la cúspide del poder en Cataluña. Solo Arturo decidió continuar en una desencajada huída hacia adelante, a sabiendas de que con ello arrastraba a tantos hacia un precipicio de consecuencias tan conocidas como desastrosas.

Todo lo fió, finalmente, a una fecha, la de hoy. De lo que los sueños habían construido solo quedan los restos más tristes y ridículos. Hoy era el gran día. Hoy es, simplemente, la escenificación de la vergüenza, de la debacle y de la ceniza.

Aquella Cataluña que fue grande, libre, próspera, puntera, meta de muchos, abierta, europeísta, un punto orgullosa y un tanto engreída, es hoy la que muestra sus menos pudendas miserias en un escenario abierto al mundo, para mayor ridículo si es que es posible.

Aquella festiva fecha para unos, temida por otros, curiosa para la mayoría, ya ha llegado. El fausto día, que sería el inicio de la quimera, es, en realidad, la representación circense más chusca y triste. Millones irán a votar, pero nunca sabremos cuántos. Habrá un resultado, pero nunca servirá porque no será fiable. No habrá censo porque se creará sobre la marcha un listado que desaparecerá el mismo día. Contarán las papeletas voluntarios fanáticos que no necesitan contarlas, sin nadie que quiera y pueda certificarlas. Votarán inmigrantes desconocidos, niños de dieciséis años, catalanes que se encuentren en el extranjero, pero no podrán votar los catalanes que vivan en otras regiones españolas.

Y, al día siguiente, mañana, será un nuevo día pero un día más, un día sin más. ¿Qué quedará entonces? Ya habrán ejercido su inexistente "derecho a decidir"; ya tendremos unos inexistentes resultados, que todos conocíamos mucho antes. Ya veremos y oiremos celebraciones que nada tienen para celebrar. La quimera seguirá, sarta de mentiras y falsedades, porque los resultados solo servirán para echárselos a la cara, para medir el índice antidemocrático que tienen, para mostrar, una vez más, que los fanáticos no reparan en los medios, que todo les vale. Y continuarán con sus lamentos y sus lloros ficticios, culpando a España de no haberles dejado ejercer sus derechos como pueblo, de haber tenido que hacer este paripé obligados, haciendo, de su enemigo inventado, culpable de lo que solo ellos crean y ellos destruyen.

A pesar de la sonrisa de plástico y de las declaraciones grandilocuentes y triunfalistas, hoy no es el día soñado por Arturo. Hoy es un día duro, de realismo tremendo, en el que ve su penúltimo fracaso cobrar vida, como espectro de sus sueños. Y lo peor para él y para su familia es que esto no ha hecho más que empezar. Su futuro personal es negro como cueva de brujas. Seguirá habiendo días más duros, más terribles, más patéticos, para él y para su familia, en los que el pobre Arturo se irá consumiendo por dentro. Y a mí, la cancioncilla de Fofó me seguirá acompañando plácidamente.

Argako urretxindorra

Arte: La única iglesia que ilumina es la que arde. ¿Arte?

Tengo que advertir de que la lectura de esta entrada puede resultar ofensiva. Viewer discretion is adviced. Allá cada cual. +18.

No tengo más remedio que reconocer que, en asuntos de arte, soy un burro. Cuantos más años pasan, más pollino. Lo peor es que siento la necesidad de aprender acuciante. Y es que me gusta el arte, en cualquiera de sus ingentes ramas. O eso creía porque, probablemente, lo que a mí me encandila no sea arte o, como mucho, arte menor, de tres o cuatro sílabas nada más.

Mi embrutecimiento lo demuestra buena parte del arte actual, el creado por mis contemporáneos. Es simple: no entiendo ni jota de muchas de sus obras. Y, naturalmente, o no me gustan o me dejan frío como un vulgar trocito de hielo. De lo que no me cabe duda, a mi pesar, es de que la culpa la tengo yo. O mis padres, mejor, por no haberme dotado del cromosoma artístico. Siempre viene bien poder echar la responsabilidad en saco ajeno.

Cuando voy a algún museo, por ejemplo, nadie quiere acompañarme. La razón, según me confiesa alguno, es que soy un coñazo. Porque me pongo ante la obra y me quedo rato y rato; mi productividad es, por ello, muy escasa. Mientras los demás ven toda la exposición yo me quedo en las cuatro primeras obras como mucho. No sé por qué lo hago puesto que mi capacidad, ya lo he dicho, es casi nula. He llegado a pensar que sufro de algún tipo de narcolepsia relacionada con el arte.

La última vez me ha sucedido con las fotos de una obra de la muestra Un saber realmente útil, que se exhibe en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ya adelanto que no asistiré, tras haber visto las fotografías, porque la seguridad tendría que echarme a la hora de cierre del museo. Pero tengo que decir que mi perspectiva sobre mi ignorancia supina ha cambiado drásticamente hasta el punto de que... ¡puede que haya un artista en mí!

El suceso es que tras ver algún adelanto de la muestra, me quedé embobado observando una obra, obrita por el tamaño, de un tal Colectiva Mujeres Públicas. Sí, "colectiva". Son unas artistas argentinas, entiendo yo -lo de artistas-. El nombre, Mujeres públicas, induce a pensar que son del sexo femenino; pero lo aclara todo lo de "Colectiva" .


Una de las cinco "obras" de Colectiva Mujeres Públicas
Os habréis quedado como yo: embobados. No sabría por dónde empezar a analizar semejante prodigio del alma humana. ¡Ni siquiera una sola falta de ortografía! Lo cierto, convendréis conmigo, es que su belleza es indescriptible, abrumadora.Y, ¿el mensaje? Un canto a la paz en la Tierra, al respeto a los demás, a sus creencias,  a la cooperación y a la purificación por el fuego en aras a una sociedad más justa.

[Lo advierto por última vez: si lees a partir de aquí puede que lo encuentres ofensivo +18]

Pero, como he dicho, hay algo aún mejor para mí: el descubrimiento de que yo también puedo; sí, sí, ¡podemos! todos. Os anuncio en primicia lo que va a ser mi primera obra de arte. La voy a titular La gran mierda, así, sencillo, para que cada uno interprete.

Me he decidido por el hiperrealismo como modo de expresión. Creo que cuantos más sentidos son apelados, más profunda es la conmoción del público. Mi obra tiene, además, características muy especiales que van a enamorar a todos (¡ah! y a todas, que se me olvidaba). Por ejemplo: va a constar de cinco piezas, una por cada continente. Cada una tendrá colores, formas y olores ligeramente distintos como manifestación de la diversidad del ser humano. Abundando en esto último, dos serán de hombre y mujer heteros, dos de gay y lesbiana, y la última, pero no por ello menos importante, de transexual. Ya se ve la intencionalidad del mensaje que quiero transmitir.

Otra de las características extraordinarias de mi obra será que, en contra de la práctica de los museos, está se podrá tocar por el público. Es más, será incitado a hacerlo. Un cartel bien impreso dará un mensaje subliminal: ¡Tócame, si tienes lo que hay que tener! Ya digo la importancia que, como nuevo artista, doy a la manifestación e implicación de todos los sentidos; una cosa "holista", como decimos ahora los profundos.

Habrá un cartel más, he pensado que fijado en la cúspide de la pieza más alta: ¡CONTRIBUYA! No me negaréis que no es una verdadera genialidad. Tengo dos razones: una, la popularización del arte. Este no debe ser para minorías clasistas y elitistas; la apertura del artista debe quedar reflejada en la posibilidad de contribución del todos a la obra (y todas, que se me volvía a olvidar), en la participación popular de la creación artística, en su definitiva extensión a todos y a todas (ahora no).

La otra razón para contribuir es que la obra está hecha de manera natural, de material perecedero que hay que reponer cada cierto tiempo para su pervivencia. Otra genialidad por mi parte: una contribución desde lo más profundo del ser humano, sin distinción de razas, sexo ni creencias. Yo siempre pondré la mía como signo de compromiso; pero quiero que los demás contribuyan, previo proceso selectivo, para no romper la armonía de la obra.

Ahora que lo he pensado bien, llevará título y subtítulo: La gran mierda. Esta te la comes tú, Manuel Borja-Villel.

Don Manuel Borja-Villel, el señor director


P. D.: don Manuel Borja-Villel es el señor director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Desde aquí mi más sincera felicitación para él por no plegarse a la censura y por defender obras tan maravillosas como esta, así como la libertad de expresión de este/a maravilloso/a Colectiva Mujeres Públicas. Ovación.


Argako urretxindorra

martes, 4 de noviembre de 2014

Corrupción: oiga, que en todos los sitios cuecen habas

Un par o tres de cosillas:

1. Entiendo que la corrupción de los políticos causa y cause indignación, hartazgo, cabreo y mil cosas más entre la gente. Normal. Pero creo que es sumamente importante distinguir entre la corrupción y la inundación de detenciones, instrucciones de sumarios y sentencias sobre la corrupción. Y es importante porque son cosas opuestas.

Es cierto que nos enteramos de la corrupción cuando la Guardia Civil se lía a detener sospechosos y los jueces se ponen manos a la obra. Antes de eso, también lo sabemos; pero no somos capaces de dar nombre y rostro a la corrupción.

En la situación actual, es fácil caer en las tentaciones: la de generalizar; la del arrebato de rabia; o la de creer y manifestar que el sistema no funciona. Pero esto último no es cierto. La prueba de que el sistema sí funciona no es, obviamente, la corrupción sino la respuesta, dura, contundente e igualitaria que el sistema devuelve. La corrupción es la fotografía antigua de nuestro país; las detenciones y los sumarios son la fotografía actual. Los granados, puyoles, fernández, urdangarines y pantojos enriqueciéndose a costa de los demás son lo pasado; los granados, puyoles, fernández, urdangarines y pantojos entrando en la cárcel, o siendo detenidos o investigados son el presente. Evidentemente, hoy sigue habiendo tiparracos haciendo de las suyas a los que todavía no se les ha aliviado; por supuesto. Pero seguro que menos que hace un par de años. Porque, ya se sabe: el miedo guarda la viña.

Dejarnos llevar exclusivamente por la legítima rabia no debe llegar al punto de no permitirnos ver la realidad tal cual es. El sistema ha permitido la existencia del sinvergüenza pero también se ha remangado y se ha puesto a limpiar estiércol sin pausa y sin distinciones. Razón clara para no amargarse del todo.

2. En coyunturas de este tipo siempre me acuerdo del pasaje evangélico; y es que no puedo evitar el pensar en pajas, vigas y ojos. En España, el pillo, el lazarillo de Tormes o de Matalascañas, no nos engañemos, nunca ha estado mal visto. La vista gorda la hemos hecho con facilidad y, en algunos casos, hemos elevado a categoría de pseudohéroes a cantantes listillos, a actores aprovechados, a bandoleros ecijanos, a políticos asaltasupermercados, a sindicalistas carboneros, a periodistas mundanos, a futbolistas del hemisferio sur, etc., etc. Semos asín.

En España hemos tenido sindicalistas liberados que no debían serlo hasta multiplicarse por cinco. Miembros y miembras del mundo de la cultura que se montaban sus empresas y tributaban a través de ellas cuando debían hacerlo por IRPF. Profesionales liberales que cobraban en negro cien veces más que en blanco y que ni siquiera pagaban IVA. Oenegés que no eran tales y se llevaban subvenciones a manos llenas. Gente que trabajaba las peonadas justas para llevarse el PER y no trabajaban, en blanco, ni un minuto más. Y eso es dominio público y obra pública. Además de que los españoles somos dados a medir con varias varas distintas, según nuestros intereses y nuestras simpatías. La hipocresía en general parece estar incrustada en alguno de nuestros genes y lo transmitimos a nuestros vástagos, aunque casi ya no tengamos, con verdadero ahínco. Volviendo al Evangelio, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y es que, pese a quien pese, el problema no es de sistema sino de personas, de personas con muy poquita moral. La verdadera regeneración no vendrá por leyes y amenazas, parches necesarios ahora; sino por la regeneración moral y ética de todos, asunto mucho más costoso y del que estamos muy necesitados y alejados.

3. A río revuelto, ganancia de pescadores. Solo hay que echar la caña o las redes y los peces entran solos. Ahora, el único pescador que está en la orilla con redes inmensas se llama Pablo Iglesias y Podemos. Si no hizo nada y consiguió más de un millón de votos en las europeas, además de colocarse como seguro secretario general de su formación, ahora, sin hacer mucho, que los demás partidos ya se encargan en su lugar, la cosecha puede ser de escándalo. Y es normal. La indudable habilidad de los chicos de Podemos para decir y no decir y decir lo contrario sigue siendo una herramienta muy útil en estos momentos. Básicamente se trata, para ellos, de esperar sin hacer tonterías a que las manzanas maduras (con perdón) caigan del arbolillo. Y todos nos conocemos bien en este patio de vecinas en el que convertimos nuestro país cada dos por tres: más de una prefiere quedarse ciega con tal que la del bajo entresuelo se quede tuerta.

Argako urretxindorra

miércoles, 29 de octubre de 2014

Unos asesinatos de ETA, sin más. (III)

Escena 9, 30 de mayo de 1985, 21: 38 horas

Alfredo, de trece años, estudiante de 7º de EGB, vive con sus padres y con su hermano mayor, Luis, de diecisiete, en el número 13 de la calle de la Bajada de San Francisco Javier, la Bajada de Javier. Le quedan poco más de dos semanas para terminar el curso.

Su madre, Mari Carmen, después de pasar la tarde con su marido en el Club Natación se ha acercado a casa de su vecina Blanquita, que vive un poco más arriba, en el portal 16. Había quedado con ella en ponerle unas flores en un jarrón; ella se da "mucha maña" con esas cosas y es una buena amiga.

Blanquita se ha asomado al balcón y Alfredo, que está en la calle junto al portal le grita:

- Blanquita, una mujer preñada ha dejado una bolsa en tu portal.

- ¡Pues ya podía haber dejado la basura en su propia puerta! -respondió la mujer y se metió en casa.

Por entonces, la basura se dejaba en bolsas cerradas en el portal para ser recogida. Blanquita se sentó en una silla de la salita junto a Mari Carmen y a Luis, los padres de Alfredo.

Escena 10, 21:20 horas

Mercedes Galdós se ha acercado al portal número 16 de la Bajada de Javier. Una vez en él, se desembaraza de la bolsa que lleva bajo el vestido y la deja dentro. Inmediatamente vuelve sobre sus pasos hacia la Plaza del Castillo donde la espera, en el coche, José Ramón Artola Santiesteban. Se detiene poco antes de llegar a la calle Estafeta, transversal a la Bajada de Javier. Desde allí puede ver tanto el portal como a su camarada.

Escena 11, 21:22 horas

En la sala del 091 se recibe una llamada.

- Policía Nacional, dígame.

- ¿Oiga? Mire, aquí, en la Bajada de Javier, hay drogata pegándole a su madre- dice una voz de hombre.

- ¿En la Bajada de Javier? ¿A qué altura?

Por desgracia, no es algo raro en aquellos años de caballo.

- Es a la altura del 16. La está metiendo en el portal a golpes. ¡Dense prisa porque la está machacando!

- De acuerdo; ya vamos para allá.


Escena 12, 21:34 horas

Godo, Alfredo, vuelve de cerrar su bicicleta en la bajera. Se dirige al portal de Blanquita para hacérselo saber a su madre, Manuela, e ir a cenar con ella y su padre a casa, en el portal 13. Su hermano Luis y él siempre dan dos timbrazos largos; es como una contraseña para que sepan arriba que son uno de ellos.

Escena 13, 21:23 horas

- H-0 para Z-10 y Z-20, cambio.
- Aquí Z-10 para H-0, cambio -contesta Francisco, desde su vehículo.
- Adelante para Z-20, cambio -responde a su vez Manuel.
- Diríjanse a la Bajada de Javier, número 16. Parece que un drogadicto está agrediendo a su madre. Denme "recibido", cambio.
- Z-20 recibido, corto.
- Z-10 recibido; pasamos a cumplimentar, corto.

Francisco se dirige ahora al otro coche del tándem:

- Manolo, vamos para allá a toda pastilla que estos, con el síndrome, tiran de cuchillo enseguida.

Los dos Talbot Horizón de la policía aceleran bruscamente mientras encienden las sirenas y los ópticos azules. Se dirigen, sorteando el denso tráfico de esas horas, hacia la calle Estafeta para acceder después, por la derecha, a la Bajada de Javier.

Escena 14, 21:29 horas

Mercedes mira un escaparate, ya con la iluminación encendida. A lo lejos oye las sirenas de la policía. Su corazón comienza a latir ligeramente más deprisa. No puede evitar apretar más fuerte la culata de su pistola que lleva en el bolso colgado de su hombro derecho.

Mis amigos y yo seguimos la conversación en la calle, al otro lado del río Arga, mientras los paseantes aprovechan el último ratico antes de irse definitivamente a cenar.

Manuela, la mujer de Francisco, en la salita, está viendo sin mucha atención la sección del tiempo del Telediario. Tiene la revista a un lado. Las niñas ya hace un rato que se han dormido y se levanta para preparar la cena para ella y su marido.




Unos asesinatos de ETA, sin más. (II)

Escena 6

30 de mayo de 1985, 20:23 horas.

Mari Carmen Belascoain y su marido están "dando una vuelta" por el Club Natación. Son socios y les gusta bajar por allá cuando hace buen tiempo. A la orilla de río se está bien tomando un cafetito y charlando con los conocidos. Uno de los hijos, el pequeño, Alfredico como le suele llamar Mari Carmen ha estado entrenando con la piragua y, ahora, andaba zascandileando de aquí para allá. Pero ya estaba aburrido.

- "Mami" -le solía llamar mami- "me subo a casa con la bici, ¿vale?"

- "Vale", -le contesta Mari Carmen- "pero ten cuidado no te vayan a atropellar."

- "No te preocupes, mami."

"Godo" se despide de sus padres y se monta en la bici para remontar la tremenda rampa que hay desde el Club Natación hasta el Casco Antiguo de Pamplona, donde vive. La distancia es corta y "Godo" es puro nervio así que se presenta en su calle, la Bajada de Javier, como la llama todo el mundo, en pocos minutos. Su madre le ha echado una última mirada, orgullosa. Y le comenta a su marido:

- "¿Sabes que me dijo el otro día Alfredico?

- "¿Qué te dijo?"

- Que le enseñara a bailar.

- "¿A bailar?"

- "Sí, a bailar. Y le digo yo: «Ahora no tengo tiempo, hijo. ¡Qué cosas tienes!» Y enciende el caset, me coge de la cintura y de la mano y me dice: «Venga, mami, enséñame.» ¿Qué te parece?

- "Que sois los dos iguales, ¡qué me va a parecer!" dice Luis sonriendo.

Escena 7, 20:55 horas.


Pamplona, como tantas otras ciudades de España en esos años, sufre el azote brutal de la heroína. El caballo campa por doquier destrozando la vida de muchas familias. Algunas zonas del Casco Antiguo   son lugar de tétrica peregrinación de aquellos sumidos en la desesperación más vacía, en la desesperación más urgida, rendidos a los pies del caballo inmisericorde.

En aquella época, las patrullas de la policía en la ciudad no se hacían por parejas. Solían ir tres o cuatro agentes en un mismo vehículo y, normalmente, trabajaban juntos dos coches. Pero esto no se debía a la droga. Esto era debido a ETA. En lo que iba de ese año 85, en cinco meses, habían matado a 12 personas: un panadero, el director general del Banco Central, un posible camello, el jefe de la Ertzaintza, un analista químico, cuatro agentes de la Policía Nacional, un inspector del Cuerpo Superior de Policía, un taxista y el jefe de personal de una empresa de armas. A este último, le habían pegado un tiro en la nuca esa misma tarde, dos horas y media escasas antes de esta escena. Solo en este mes de mayo, ETA había asesinado a siete de estas pobres personas, una cada cuatro días.

Pero el aumento de agentes no suponía mucha más seguridad. Una bomba podía liquidar a todos juntos. Por eso, además tenían que tomar precauciones adicionales. Los dos coches no iban juntos, aunque sí cercanos, y acudían a la vez a realizar el servicio. Tampoco detenían los vehículos en el mismo sitio sino que uno permanecía a cierta distancia del suceso a modo de cobertura del otro. Todos los agentes descendían de los coches y ocupaban el lugar que correspondía a cada uno en el despliegue, que eso es lo que suponía cada servicio que tuvieran que realizar, por pequeño que fuera.

Francisco, el marido de la joven Manuela, pertenecía a una de las dotaciones de seguridad ciudadana, del 091. El indicativo de su patrulla era Z-10 y hacía tándem con Z-20. Tenían asignado un sector que incluía el Casco Antiguo de Pamplona. Él era el usuario de su vehículo, es decir, el responsable de Z-10 y, por prelación, también del servicio con Z-20. El usuario de este último era su amigo Manuel, Manuel Picardo. 

Escena 8, 21:12 horas

Mercedes lleva un traje de pre-mamá de flores. Desde que se han montado en el coche, José Ramón y ella no se han dirigido la palabra; cada uno va a lo suyo. A pesar de la agradable temperatura, llevan las ventanillas subidas. De vez en cuando, Mercedes se mueve para acomodarse; su tripa la obliga a cambiar de postura pero no termina de encontrarla. La posición que lleva no ayuda nada; de espaldas a José Ramón, con el brazo izquierdo se apoya en el salpicadero y con el derecho se agarra con fuerza al respaldo de su propio asiento. Es un equilibrio poco estable pero le permite ver, con un giro de cabeza, lo que sucede detrás, en el lateral derecho y adelante.

José Ramón conduce despacio y con extremada precaución. Lo que menos desea es tener el más mínimo problema de tráfico. En aquella época, se podía circular todavía por el Casco Antiguo de la ciudad.

Enfila la Plaza del Castillo, una plaza muy amplia, ligeramente rectangular con un gran kiosco en el centro de la zona peatonal rodeado de pequeños jardines y parterres llenos de flores y de hierba verde. Es ahora cuando, por fin, Mercedes se sienta hacia adelante. Sujetándose la tripa con ambas manos, repara en un joven que está junto a una cabina telefónica y que, al pasar, se introduce una mano en el bolsillo derecho.

José Ramón, acelera un poco y da la vuelta completa a la plaza. Hay mucha gente porque cerca están abiertas todavía las casetas de la Feria del Libro de ese año. Enseguida llegan de nuevo  junto a la cabina telefónica en la que el joven de antes se ha metido. Con la mano derecha aún en el bolsillo, sujeta el auricular con la izquierda.

Hay varios coches en doble fila porque no es nada fácil encontrar aparcamiento en la plaza. Suelen ser de los clientes de las innumerables terrazas que hay en las anchas aceras. Mercedes le indica a José Ramón:

- "Para aquí." E, inmediatamente, abre la portezuela y se baja a la altura de la bocacalle de la Bajada de Javier, que cruza la calle Estafeta desde la Plaza del Castillo.

Argako urretxindorra

martes, 28 de octubre de 2014

Esperanza: muy mal, querida.

Dice Esperanza Aguirre que se siente abochornada, que está profundamente avergonzada y pide perdón.

Me parece bien.  No dudo de que sea así. Pero me deja frío. Creo que nunca se sabrá por qué dimitió de la presidencia de la Comunidad de Madrid porque tampoco creo que lo vaya a decir nunca. Tampoco sé por qué dimitió a Francisco Granados, de la noche a la mañana, habiendo sido su número dos, porque no lo ha dicho. Hay miles de frases hechas que permiten salir airoso diciendo algo que no quiere decir nada.

Tampoco sé por qué dejó la presidencia de la Comunidad pero continuó con la de su partido en Madrid. Lo que sí sé es que toda esta basura se cometió durante su mandato en el partido; y si hizo algo por evitarlo no sirvió de nada. Así que, como mínimo, se le puede acusar de ineficaz o, incluso, de negligente, dados los resultados.

No es aceptable saldar cuentas con la ciudadanía con una mera comparecencia pública, por muy sobreactuada que pueda ser.

Los partidos políticos no son una sociedad anónima o un coto privado. En primer lugar, porque es la misma Constitución la que los eleva a los altares del sistema democrático. En segundo, porque se financian fundamentalmente con fondos públicos -no quiero entrar en otro tipo de ingresos-; y por último, porque los miembros de los partidos políticos que ellos mismos aceptan como militantes y eligen para el Congreso, son los que representan la soberanía del pueblo español, nada más y nada menos. Lo menos que se puede pedir es que sean honrados, exquisitamente honrados; y que los propios partidos políticos, y no solo el estado, se ocupen con la máxima eficiencia de que así sea.

Un sinvergüenza en un partido es inevitable. Sin problema. Y dos y más. Los casos específicos son lo que menos importa. Pero no estamos hablando de eso o no deberíamos. El asunto grave es tener la conciencia fundamentada de que, tanto los partidos como los sindicatos, son estructuras de corrupción. Es decir, que no solo no tienen la más mínima eficacia a la hora de descubrir, castigar y denunciar ante el juez los casos concretos de chorizos y sinvergüenzas, sino que son fácilmente convertido en la herramienta para la comisión de delitos. Este es el verdadero problema.

Y alguien habrá responsable de que esto haya sucedido. Alguien habrá que, o bien por su dejadez o por su inane acción, ha hecho posible que el sinvergüenza pase de la potencia al acto utilizando al partido o al sindicato como instrumento sin el cual no habría podido llega a delinquir.

Por eso, la señora Aguirre debería contestar, con la claridad con que suele escribir o hablar de otros temas, a una pregunta sencilla: ¿qué ha hecho usted desde el 27 de noviembre de 2004 para tratar de evitar que los militantes canallas del Partido Popular de Madrid se hayan servido del mismo para delinquir?

Lo que menos importa es si ella nombró o dejó de nombrar; o si depositó o dejó de depositar su confianza en este o en aquel. No. Lo importante es qué no hizo y qué hizo mal para que el PP, bajo su presidencia, se haya convertido en fábrica de delincuentes.

Por eso, la ayer compungida Esperanza Aguirre me dejó frío. Menos mal que el Estado, al menos parte de él, sigue funcionando y a toda máquina, lo que me llena de orgullo y satisfacción.

Argako urretxindorra

lunes, 27 de octubre de 2014

Unos asesinatos de ETA, sin más. (I)

Escena 1

30 de mayo de 1985, 21:30 horas.

Era una magnífica tarde-noche. El clima templado de la avanzada primavera llevaba a los paseantes a apurar el tiempo en la calle antes de la cena.

Yo estaba en conversación amena con dos amigos más, disfrutando de la brisa suave y del gusto que da hablar de lo intrascendente. El ingenioso pone la gracia, el callado la sonrisa amable; el hablador salta de un tema a otro sin solución de continuidad. Aquí dos vecinas, allá un matrimonio que pasea lentamente; más allá unos niños siguen corriendo incansables. Son momentos de calma, de tranquilidad en los que nadie espera nada, en los que cualquier cosa sería una sorpresa, probablemente, innecesaria.

Escena 2, 21:05 horas.


Mercedes va en silencio. El coche se mueve más de lo normal pero eso no la pone  nerviosa. El tráfico de esas horas obliga a José Ramón, el conductor, a parar en los cedas y a reiniciar la marcha más veces de las que hubieran querido. Pero Mercedes tiene ya treinta años y esta no es, ni mucho menos, la primera vez. Su propio carácter le da temple y aguante. Ella es así. De momento, todo va bien.

Escena 3, 18:35 horas.


Juan Ramón le insiste:

- ¡"Godo"! No metas tanto la pala, no la metas tanto. Así, así, suave... Eso es, "Godo", eso es.

"Godo" tiene 13 años. Es piragüista. Según su entrenador, Juan Ramón, una auténtica promesa para su equipo. De todos modos, a "Godo" no se le dan muy bien los estudios pero, en lo demás, destaca siempre. Además de sus grandes aptitudes para el deporte, es un chaval que cae bien, muy bien. Es un  chico despierto, simpático a más no poder, noble hasta decir basta... Todo el mundo es su amigo en el colegio y en el Club Natación, su club. En el barrio, dentro del Casco Viejo, los vecinos le conocen desde siempre y como, además, es educado, de los que siempre saluda con una sonrisa, Alfredo, "Godo", es querido, es un chico al que no tienes más remedio que cogerle cariño.

Escena 4, 20:48 horas.


Manuela ya ha metido a las niñas en la cama. Ahora es su ratito. No tiene apenas vida social, no puede tenerla. Luego preparará la cena para su marido que llegará en un par de horas. Mientras tanto, se sienta en la salita de su piso a echar un vistazo a una revista.

La pequeña, de cuatro años, la llama de repente, como si le fuese la vida en ello. Pero Manuela, sin levantar la vista de la revista, ya sabe lo que quiere.

- Sí, levántate. Pero no bebas mucha agua que luego..., ya sabes. Y ya eres muy mayor, ¿eh?

Su marido, Francisco, es policía nacional. Viviendo donde viven, la vida es dura, muy dura. La soledad de una mujer joven, con dos niñas de siete y cuatro años, y la angustia como única compañera, son suficientes para que cualquiera, de pasta normal, se rinda de una vez por todas. Pero ella aguanta. Allá, en aquella ciudad del norte de España, hasta el clima resulta insoportable, y más para una sevillana. Así que los días que hace buen tiempo, los aprovecha para dar un paseo a las niñas por la zona montuosa que linda con el barrio mientras toman la merienda; y para pensar...; sola, siempre sola y angustiada.


domingo, 26 de octubre de 2014

Podemos: tras la casta solo queda la casta

¡Ah, el idealismo! No sé por qué pero, a pesar de ser uno de los monstruos sempiternos del ser humano, goza de una magnífica consideración. La historia, nuestra historia, la del hombre está llena de lunáticos idealistas que han provocado debacles, injusticias y dolor sin cuento. A pesar de ello, el idealismo es visto con sonrisa en la cara, con ternura... con idealismo.

La verdad es que casi nadie se refiere al idealismo filosófico a la hora de entender el concepto, sino que hace su propia aproximación benévola pero muy alejada de la realidad idealista, valga la paradoja.

En época de hambruna la mera visión de una pequeña tienda de comestibles la convierte en paraíso. No lo es, pero lo es para el hambriento.

Y este es uno de los instrumentos que ha utilizado, y sigue en ello, tanto Podemos como sus portavoces, especialmente, Pablo Iglesias. Leyendo el programa con el que se presentó a las pasadas elecciones europeas sentí dos cosas, principalmente: de una parte, cierta admiración irónica por la osadía cínica de los autores; de otra, bastante vergüenza ajena por quienes les votaron, les loan y les veneran. Lo uno y lo otro están radicalmente unidos. Para la osadía de los cínicos tiene que haber quien esté dispuesto a recibirla con parabienes.

La cuestión es que los podemos-directores saben, y muy bien, que su programa es, en un 90%, falso, irrealizable, imposible. Pero, al propio tiempo, también saben que eso es lo de menos en las circunstancias de ayuno y cabreo de muchos potenciales votantes. Y son osados en tanto que no tienen pudor en poner por escrito tanta idea huera aunque, más adelante, alguien se lo pueda echar en cara.

Para gobernar, en democracia, solo hace falta ser elegido. Eso es suficiente. Con ese, como único objetivo, se entiende la porquería de campañas electorales que sufrimos y pagamos en España. Y se entiende que, en realidad, con mayor o menor intensidad, desde el puesto de gobierno o desde la oposición, el resto del tiempo siga siendo otra porquería de campaña electoral en vez de un tiempo de construcción social, de solidificación del país, de avance y de progreso. Y este es un magnífico campo de trabajo para quienes, como Podemos, nace avispado y con poco que perder.

Como ya dije anteriormente, nunca tan poca inversión resultó tan rentable. Nada importaba el programa que presentaran a unas elecciones europeas en las que tampoco importa el que presenten los demás partidos. Nada importa impregnar de idealismo empalagoso e imposible las soflamas de Iglesias y sus camaradas. Lo importante es hacer lo necesario para obtener cuota de poder, para entrar a formar parte de la denostada casta.

La afortunada definición de casta (afortunada por su éxito de uso) no excluye a Pablo Iglesias y los suyos de la misma; al revés. De momento, todo lo que han hecho es esforzarse por convertirse ellos en la casta dentro de su partido -véase la actuación en la Plaza de Toros de Carabanchel, que tiene bemoles-, con más de una de muestra de maneras totalitarias, y conseguir acceder a la casta del Parlamento Europeo.

Cualquier partido político, es lógico, pretende acceder al poder, aunque, como en este caso, solo sea para destruir la casta (dicen ellos) Pero, ¡ojo!: cuando la casta esté destruida solo quedará la casta, no existe el vacío de poder. Toda revolución victoriosa ha destruido el poder para quedarse en el poder.

El idealismo es inevitable pero la realidad lo es mucho más. Y lo que vivimos es realidad, no idealismo. En eso, en eso todos somos iguales.

Argako urretxindorra

Terrorismo: Mi primer recuerdo de ETA

Los niños tienen una imaginación vital, desbordada. Crean, inventan, actúan. Aquellas cajas de zapatos eran camionetas con todo detalle. Aquellos palos torcidos y nudosos, espadas toledanas de la mejor calidad.

Teníamos batas de rayas blancas y azules verticales. Protegían la ropa de nuestras andanzas escolares y las manos de nuestras madres del jabón Chimbo y del azulete. Pero no eran solo batas. En primavera, a la vuelta del cole para comer en casa, se convertían en capas de cristianos y togas de moros.

La botonadura estaba por detrás; por eso, cada compañero de pupitre se la ataba al otro. A la salida, lo contrario.  Y, rápidamente, nada más traspasar la verja, cada uno cogía su bata y la convertía en capa o tocado. Los cristianos se ataban el primer botón por delante, a la altura del cuello, y dejaban colgando la bata por la espalda. Lo mismo hacían los moros, pero a la altura de la frente. Lo de estos era más incómodo porque apretaba mucho la cabeza. Había veces que esta era demasiado grande para el agujero que permitía el botón y, atada, se la echaban por encima del pelo, con lo que, cada dos por tres, se caía.

Y empezaba la batalla campal. Las espadas y las cimitarras eran invisibles, pero nosotros las veíamos brillar. De nuestros pequeños puños surgían y cortaban el aire haciendo ruido y entrechocaban haciendo ruido. De vez en cuando, en pelea enconada, se acaba el resuello de los contrincantes por un momento y espadas y cimitarras enmudecían, pero la pelea continuaba. El metal imaginado volvía rápido a sonar.

Los niños construyen con la imaginación de los restos que va dejando la vida. Crean con la alegría o con los miedos; con las historias oídas o con las experiencias vividas; con retazos de películas y con renglones de cuentos. Pero, curiosamente, no saben crear tragedias. En su imaginación no ocurren, a pesar de los miedos. Los niños aprenden la tragedia de los mayores, de la reacción de los adultos que les rodean.

Por eso, morir y matar en los juegos de aquellos niños no era trágico sino una parte necesaria de la diversión del juego.

Mi primera conciencia de tragedia es antigua y no muy clara. Pero sí me quedan escenas borrosas. Alguien había muerto y hacían, los mayores, empeño porque no me enterara de nada. Pero resulta imposible evitar la curiosidad de niño, especialmente cuando queda espoleada por el vano intento de ocultar el hecho.

Era uno de esos entreparientes al que yo no conocía y del que ni siquiera había oído hablar. Pero no fue una tragedia de lágrimas y desvanecimientos. Era una tragedia incomprensiblemente extraña. Una mezcla de enfado, rabia y vergüenza junto a la pena. Recuerdo mi silencio.

Años después supe de aquello. No me dejó marcado especialmente. El muerto era familiar de un familiar. No fue llorado en mi casa. Pero sí provocó tragedia, la primera para mí. Le había explotado una bomba que, junto con otro terrorista, estaba preparando. Murieron los dos. El pariente se llamaba Alberto y era joven. Recuerdo frases sueltas:

- Un chico tan joven, qué desgracia para sus padres.

- Hay que tener mucho cuidado con quién andan los hijos.

- No me lo podía imaginar; y sus padres tampoco.

- ¿A quién irían a matar? ¿Cómo pueden llegar a estas barbaridades?

- Cierra la puerta, que el crío aún no estará dormido.

Esta fue mi primera experiencia de una tragedia. En aquel momento, para mí, cosas que no entendía y que no me llamaban la atención más que por la importancia que le daban los mayores. Esta fue mi primera noción de que había gente que mataba a otros de verdad. Y esta fue la primera vez que oí la palabra ETA.


Argako urretxindorra

Terrorismo: Mi primer conocimiento de los "secretas"

Era verano. Yo estaba de vacaciones en el pueblo y tendría unos ocho años. Eran tiempos de Franco. Pese a la idea que pudieran tener algunos jóvenes hoy en día, nuestra infancia no fue en blanco, negro y gris sino a color. Quizá más colores que ahora porque vivíamos en la calle, invirtiendo el día entero en jugar al aire libre y disfrutando de la libertad que te daba estar lejos de la zapatilla materna y tener todo el pueblo y el campo a tu disposición.

Uno de aquellos días, cerca de la hora de comer, iba para casa distraído con los gatos, las mariposas y los abejorros. En la calle Mayor, en esa zona era la más estrecha del pueblo, vi llegar, a pocos metros de mí, a un jicho con muy mala pinta para mi gusto de niño. Pero allí ya no me podía desviar. Así que me pegué a una de las paredes del pasadizo.

Y le miré con la fijeza que solo se permite a un niño. Tenía el pelo negro y largo, hasta los hombros; los ojos muy oscuros y cejas negras pronunciadas. Y una barba larga que apenas permitía un poco de rostro. De repente, el se fijó en mí y me clavó la vista; no recuerdo bien pero creo que me paré apoyado en la pared y sin dejar de mirarle. Cuando estuvo a mi altura me guiñó un ojo y siguió adelante. Sí recuerdo mi desconcierto. Y no deje de mirar su espalda hasta que me quedó oculto por la curva que hace el estrecho pasaje.

No le había visto nunca y eso, en un pueblo pequeño, es raro.

Esa misma tarde andaba yo cazando lagartijas en la pared de la huerta de mi abuelo. Tenía unas cuantas y acababa de ver una grande, con la cabeza levantada al sol que ya iba camino de esconderse tras los montes; me concentré mucho en ella porque era de tripa verde. Las mejores eran las de tripa anaranjada, difíciles de coger porque había pocas, eran grandes y corrían mucho. De todos modos, esta era de las segundas más buenas. Me preparé y, muy concentrado, me fui acercando despacio hacia el saliente de la piedra en la que estaba mi lagartija.

La casa de mis abuelos era la primera del pueblo y estaba ligeramente apartada del núcleo; paso obligado para ir y venir. A esas horas de la tarde era costumbre sentarse a la fresca ante la casa. A mí eso me solía aburrir así que, si no estaba por ahí, prefería la huerta, que estaba enfrente y que siempre me ofrecía algo más divertido que estar sentado "tomando la fresca".

No solía hacer mucho caso de quien pasaba; algunos solo saludaban; otros se quedaban a charlar un ratito con los que tomaban la fresca. Aquella tarde, mientras me acercaba a mi presa, entró en mi campo visual la figura del tío barbudo y melenudo, el que me había cruzado al mediodía. Y eso hizo que detuviera mi avance, aunque sin intención de abandonarlo. Sin embargo, sí que lo hice porque no solo se detuvo con los que estaban sentados, sino que estos se levantaron y todos se saludaron efusivamente. De repente, la lagartija de tripa verde se me volatilizó: mi sorpresa por la reacción de los de la fresca se convirtió en enorme curiosidad. Así que me acerqué y me senté en la pared de la huerta, a unos seis o siete metros del corrillo que se había formado.

Cuando un chico observa interesado una escena piensa a enorme velocidad. Desde luego, el barbas se me había quedado grabado, tanto por la pinta que tenía como por su desconcertante guiño. Como él se encontraba de espaldas en animada charla, me moví cruzando la calle para verle de frente. Entre los diversos pelos de la melena, el bigote y la barba aparecía una sonrisa blanca que me cautivó.

En los pueblos hay muchos entreparientes, todo muy confuso para un niño. Por eso, cuando te dan indicaciones para que sepas quién es alguien te lían aún más con aquello de "Sí, hombre, lo tienes que conocer -por supuesto, no lo conoces-; este es el mediano de la Petra, que se casó con un chico -puede tener sesenta años ya- de la señora Demetria, la madre de los "Mogolos"... ¿No te acuerdas? Pues que tonto estás... ¿Te acuerdas del "Perrico sentao"? -le llamaban así porque era pequeño de estatura, casi no había mala leche. - Pues primos "dél".

En todo caso, el barbas debía ser pariente aunque no sé en qué grado. Y, a pesar de las pintas, resultó un tipo de lo más simpático y agradable. A partir de ahí lo vi muchas más veces aunque de manera discontinua. Sus padres eran ambos del pueblo pero antes de casarse ya se habían ido a la capital, cada uno por su cuenta. El padre se hizo guardia civil de joven. Y el chico, también. Pero este era de los secretas y estaba destinado en Bilbao. Recuerdo a su madre haciendo gorros de lana y bufandas largas con lauburus, la primera vez que los vi. Eran para el hijo barbudo. Parte del disfraz en Bilbao.

De esta manera conocí que ETA existía y que había guardias civiles que no solían vestir uniforme y que tenían familia y sonrisa; y pintas raras.

Argako urretxindorra

jueves, 23 de octubre de 2014

"Si España fuese un país normal el terrorismo contra esta gentuza estaría legalizado", S. D. N. escribió

Según tengo entendido, el juez Santiago Pedraz, de la Audiencia Nacional, ha dictado sentencia absolutoria para un tal S. D. N., de 39 años, que había sido detenido el pasado 28 de mayo en Teruel. Acusado en su momento de enaltecimiento del terrorismo, dice el juez Pedraz que no se puede concluir que las expresiones utilizadas por este señor respondan a una loa o justificación de delitos terroristas o de sus miembros.

Estima que tampoco entrañan un menosprecio para las víctimas, "toda vez que de las expresiones vertidas en las redes sociales no cabe ver una concreta exaltación de las acciones terroristas cometidas por una organización o sus miembros".

A juicio del magistrado "se sitúan más bien en la crítica a los políticos sin que hayan adquirido una amplia difusión pública al concretarse en el entorno de amistades ni hayan favorecido o alentado la comisión de actos terroristas".

El señor S. D. N. fue detenido en una operación de la Guardia Civil llamada Araña. Básicamente, se dedicó a escribir en las redes sociales lo que le pareció oportuno a raíz del asesinato de la Presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Cosas como:"Que gentuza de este calado no reciban un tiro en la cabeza sí que es un escándalo" "Si España fuese un país normal el terrorismo contra esta gentuza estaría legalizado".

El juez Pedraz lleva muchos años en la Audiencia Nacional. Es cierto que ha metido la pata seriamente en más de una ocasión y el Supremo le ha tenido que corregir. Pero, obviamente, sabe mucho de leyes y de terrorismo, no me cabe duda. Así que estoy seguro de que el señor S. D. N. no cometió el delito que se le imputaba.

Yo, que no entiendo de leyes pero sí algo de terrorismo, creo que este señor es un tipo al que observar en relación con varios asuntos. Y también creo que su caso, tremendamente habitual en las dichosas redes sociales, tiene más importancia del que las leyes actuales son capaces de concederle.

Según el especialista en leyes, no debe ser condenado y, en consecuencia, libre de culpa y pena está. Pero el regustillo amargo de que un pedazo de sinvergüenza ha salido de rositas se me queda, como me imagino que sucederá a otros. Entiendo que estas cosas no sean castigables por la ley; pero lo acepto a base de esfuerzo civil para vencer lo que mi pensamiento natural me dice.

No sé si entre los deberes de los magistrados está la prevención del delito. No sé si la ley les confiere algún tipo de responsabilidad en evitar las actitudes incitantes y provocativas. Parece que no, al hilo de la absolución otorgada por Pedraz al señor S. D. N. Pero cuando las cosas quedan así de mal cosidas, algo falla y no es baladí.

Como este asunto, ligado al terrorismo en general o a terrorismos particulares, me resultan importantes y dignos de análisis, me voy a dar el gusto de escribir unas entradillas, aunque sean mero ejercicio teórico. Sin embargo, el terrorismo es un hecho práctico, en toda la extensión de la palabra, al que le estamos perdiendo el respeto o, mejor, el miedo. Y eso no es bueno. El islámico es el gran peligro potencial, pero no es el único y alguno de ellos es más que potencial en España.

Argako urretxindorra

miércoles, 22 de octubre de 2014

Podemos, Pablo Iglesias y la hora de la verdad

Escribo desde el desconocimiento directo más absoluto. Jamás he oído hablar a Pablo Iglesias. Sí he leído sobre él y las andanzas incipientes de su partido; y he escuchado atentamente a la gente que opina.

Es fantástico observar cómo se pueden conseguir beneficios bestiales con una mínima inversión. Y, a priori , sin hacer trampas. Me deja perplejo cómo un chorreo de discursos en los medios de comunicación de una sola persona, sin tener siquiera aún partido político que llevarse a la boca, consigue más un millón doscientos mil votos y cinco escaños en el Parlamento Europeo. ¡Increíble!

Puestos en esta tesitura, no cabe más que alabanzas para el coletudo profesor y para los pocos que le rodearon. Los beneficios netos de tan poca inversión son dignos de las mejores escuelas de negocios, como no dudo que ya habrán tomado en consideración.

Creo que en política hay terrenos cómodos en los que uno vive con la felicidad de quien observa, tumbado en la hierba fresca y con una pajita entre los labios, su rebaño de ovejas. Ha sido el caso de ERC desde que se acabó el tripartito o el de Podemos desde que apareció en escena.

Tener días de abundancia de votos sin la obligación de gobernar supone poder, auténtico poder. Es el poder del que está en segundo escalón, moviendo con ligereza los hilos y sin correr riesgos. Es el poder de Maquiavelo, con la ventaja de las bases y el establishment interno alegre y contento.

Podemos ha nacido de varios padres: de la izquierda, una madre con muy buena fama; del descontento y del enfado de mucha gente; del movimiento 15M; y del discurso fácil y hábil de Iglesias, convertido en profusa inundación por mor de ciertos medios de comunicación.

La izquierda es la mejor madre de la que nacer. Capaz de tener más hijos que nadie, a sus retoños ya se les presupone capacidad y moral superiores, no necesitan demostrarlas. Si el pequeñuelo tiene facilidad de palabra, discurso ideal y hábil y padrinos en las bocinas mediáticas, el futuro del niño es prometedor y halagüeño. Solo haría falta quien estuviese dispuesto a escucharle y a creerle, algo que en España, en estos últimos tiempos, existe, con el 15M como demostración y, además, como primer aglutinante del que se ha servido Podemos para hacerlo cristalizar.

La política tiene dos caras. La exterior, la pública, gobernando o no; y la interna, la de la organización, la del reparto de tareas y puestos. Y en estas está el muchacho. La primera depende completamente de la segunda, pero se alimentan -o se destruyen- mutuamente.

No parece probable que Podemos se presente a las próximas elecciones municipales. O, mejor, no parece probable que pueda hacerlo. De cara afuera, lo tiene todo ganado: cualquier resultado sería un triunfo. Pero no hay estructura interna que lo soporte aún.

Todo sistema, por definición física, tiene desgaste. El momento de fuerza es ese en el que la fuerza aplicada vence la resistencia del sistema y empieza a ser productiva. Ni siquiera Pablo Iglesias sería capaz de construir un partido cuya organización no le costase enemigos y detractores entre los suyos. Y eso le está sucediendo. Saldrá adelante no solo airoso sino reforzado. Tiene todas las ventajas. Pero le esperan tiempos más complejos de los que ha vivido hasta ahora. Y será interesante verlos.

En política no hay amigos. Solo enemigos o acompañantes más o menos interesados. Creo que Iglesias y sus acompañantes -no suele haber compañeros más allá de los dedos de las manos- están en la cresta de una ola. Habrá más olas y más crestas pero también bajadas y resacas. No hay manera de sostenerse en los discursos mucho tiempo. No presentarse a las municipales es casi obligatorio para ellos; lo contrario sería un desastre por muchos votos que consiguieran. Pero algún día tendrán que gobernar, lo que sea. Y entonces será aplicable aquello de que del dicho al hecho va mucho trecho.


Argako urretxindorra

lunes, 20 de octubre de 2014

Ébola: el perro Excálibur "era un tesoro para la ciencia"

Y dale la burra al trigo. Vuelta con el argumento de marras: "No deberían haber matado a Excálibur. Era un tesoro para la ciencia".

Estoy segurísimo de que hay gente de buena intención que así lo ha creído. Otros, los menos, simplemente han cogido un argumento incontestable con el que defender su ética animalista y dar en los morros a quien se les ponga por delante.

Es vergonzoso, ya lo he escrito varias veces, la actitud y el comportamiento de unos cuantos, anónimos y conocidos. Cierto que no son muchos; pero como hacen ruido mientras los demás estamos en silencio, se les oye demasiado.

La idea maravillosa se utiliza cual cachiporra para curtir la badana del personal que no se atenga a su dictado. Pero es más falso que un billete de treinta euros.

Brevemente: ¿el perro era un tesoro para la ciencia? ¿Por qué? Entiendo que yo pueda hacer esa afirmación, que no tendría reparos serios a que los científicos experimentaran con él. Y sí me negaría rotundamente a que lo hicieran con personas. Pero no es aceptable viniendo de personas que se oponen frenéticamente a la experimentación con animales.

Entonces, según su ética, ¿cuál es la ventaja de estudiar al perro en vez de estudiar a las personas enfermas?

Ninguno de estos súbitos amantes de la ciencia aceptaría que se le hiciera nada al perro en nombre de la misma, como arguyen, ni siquiera para salvar vidas humanas ("Es vergonzoso que un perro pague los errores de la sanidad humana", Carlos Rodríguez Rodríguez, veterinario, programa Espejo Público).

Si con el perro no se puede hacer cosa distinta que con las personas, ¿dónde está el tesoro para la ciencia?



Argako urretxindorra

viernes, 17 de octubre de 2014

Ébola: animalistas, falsos defensores de los animales

Tengo un perro; se llama Ron. No es mi mascota, eso se queda para las tortugas o los hámsteres. Es mi perro. Y es genial. Es el primero, y a veces el único, que viene a saludarme cuando llego a casa, como si hubiese estado ausente diez años; me hace fiestas y le gusta que se les haga yo a él. Me acompaña allá por donde voy, unas veces moviendo el rabo, contento, y otras más alicaído. Cuando estoy leyendo se suele tumbar a mi lado y se duerme con un ojo medio abierto, pendiente.

Ron y yo no hemos discutido nunca. O me da la razón –eso creo yo- o guarda un agradable silencio que a mí me parece de aprobación despreocupada. Come todo lo que puede y, como le hemos maleducado, juega con los cojines, se duerme en los sillones y hasta te quita la galleta si te descuidas. Es un animal delicioso y no hay más remedio que quererle. Así es la cosa.

Lo mejor de Ron es que es un ser razonable. No todo en él es predecible pero siempre es razonable. Es un perro y siempre actúa como un perro: duerme como un perro, ladra como un perro, salta como un perro, te lame como un perro, se asusta como un perro, es territorial como un perro, come como un perro… Es la unidad entre ser y hacer, lo natural, en definitiva. Y lo admito: en lo que a compañía se refiere, prefiero la de mi perro a la de muchas personas. Como puedo elegir hasta cierto punto…

Leyendo y viendo algunas de las cosas que suceden en nuestro país, al hilo del ébola en este caso, pero puede ser de cualquier otro asunto, mi lista de personas cuya compañía no me gustaría tanto como la de Ron ha aumentado un poco: los falsos defensores de los animales –muy falsos, en mi opinión- han entrado de lleno en ella. Y es que no son razonables como él; al menos no en lo que les caracteriza. Son bastante predecibles pero poco razonables, al revés que mi perro.

¡Ay, el sentimentalismo! Está tan extendido en nuestra sociedad… Gusta tanto el sentimentalismo… Vende tanto… Todos conocemos de qué van estas cosas. Claro que los sentimientos aparecen y desaparecen cuando les da la gana, sobre todo si eres un poco blandurrio –poco entrenado, no muy educado, entiéndaseme-. Van y vienen como pedro por su casa. La cosa es que si uno no es capaz de ponerlos en el sitio que les corresponde se adueñan como auténticos tiranos del pensar y del hacer. Cuando aparecen nos empujan a empellones; y cuando desparecen, se acabó nuestra gasolina y nos dejan tirados en la cuneta y habitualmente, a otros congéneres.

El hombre es algo más que sus sentimientos o debe serlo. Cuando no gobierna la cabeza, asistida entre otros por los sentimientos, son estos últimos quienes lo hacen, pero sin asistentes: lo primero que se cargan, desde su totalitarismo, es a la razón. Y uno deja de actuar como auténtico ser humano.

Eso sin tener en cuenta que los malos sentimientos también existen, como Teruel.

Así, cuando mi sentimiento de pena por el tal Excálibur , el perro por excelencia últimamente, se adueña de mí no "puedo" evitar que otro sentimiento, el de la rabia, nazca desde lo más hondo de mi corazón. Y, a poco que me sienta provocado, un profundo sentimiento de venganza contra los asesinos maltratadores va tomando cuerpo.

Y, ¿mi razón? ¿Dónde anda, que no la encuentro? Pues es que ya no está donde debería, se ha tomado unos días de asueto. Los sentimientos han okupado su despacho y debe andar por Cancún ahora mismo.

Predecibles, pero no razonables.


¡Qué bien me cae Ron! (Toma, bonito, toma; ven, Ron, toma)



Argako urretxindorra